Hace un tiempo exploré un artículo de la revista Harvard Deusto Business Review donde hablaban un poco sobre el liderazgo y la difícil tarea de dirigir. Y es que, para nadie es un secreto que liderar es todo un desafío, es un terreno que exige una evolución tanto interior como exterior.
¿La cruda verdad? Nos enfrentamos a un dilema: ¡nos cuesta ser líderes! En muchas empresas se fomenta la promoción interna como un beneficio de crecimiento, es decir, el ascenso como un premio por un trabajo bien hecho. Pero aquí está el detalle:
Destacar en tus funciones actuales no te convierte mágicamente en líder; el liderazgo demanda un conjunto diferente de habilidades, una transición que debemos abordar con determinación.
Imagina esto: eres un asombroso vendedor, logras tus metas mes a mes y tus clientes mencionan que están muy satisfechos con tu servicio. Entonces, la empresa te nombra “líder comercial” y, de repente, estás al mando de un equipo. Pero aquí está la trampa, nunca antes habías sido capitán de un equipo, nunca te habías detenido a dar motivación ni dirigido esfuerzos hacia objetivos compartidos. Justo ahí, fracasas en el nuevo rol. ¿La razón? Las habilidades clave brillaban por su ausencia.
Dentro del artículo que te mencionaba al inicio, afirman que “la función principal de cualquier líder es sacar a relucir la mejor versión de las personas que tiene a su cargo, hacerlas crecer y conseguir que esas mejoras se mantengan incluso en su ausencia, alineando esta estrategia con los objetivos de la empresa.” Ahora bien, ¿cómo lograrlo? El artículo detalla cuatro prácticas que he aplicado a lo largo de mi carrera profesional y con las cuales coincido plenamente. Hoy, me complace compartirte estas valiosas pautas.
1. Conocer
Esta práctica implica entender:
- El juego: comprender a fondo el modelo de negocio es como trazar el mapa hacia el éxito empresarial. Es el cimiento que sostiene cada decisión estratégica y guía las acciones hacia metas tangibles. Desde identificar oportunidades hasta anticipar desafíos, este conocimiento provee la perspectiva necesaria para optimizar recursos, afrontar cambios y dirigir con claridad.
- A mí mismo: antes de guiar a otros, debemos conocer nuestro propio ser. Conocerse a uno mismo es el punto de partida para un liderazgo auténtico. Esta introspección no solo cultiva la autoconfianza, sino que también abre puertas a la empatía y la comprensión. Al entender nuestras fortalezas, debilidades y valores, estamos equipados para inspirar, motivar y guiar con integridad.
- Al equipo: conocer a tu equipo es como descifrar un emocionante rompecabezas humano. Cada pieza tiene su propia historia, fortalezas y desafíos. Al tener un interés genuino por sus vidas laborales y personales, puedes comprender lo que los impulsa, permitiendo adaptar tu enfoque, inspirar el crecimiento y fomentar un ambiente en el que cada miembro brille.
2. Motivar
Existen muchas variables cuando de motivar se trata. Más allá de contar con un excelente salario, las personas también necesitan beneficios, oportunidades de desarrollo, reconocimiento por sus logros, un ambiente en el que todos se sientan valorados, libertad y autonomía para ejercer sus funciones, entre otros aspectos.
La motivación no solo eleva el ánimo, sino que también desata el potencial creativo y el deseo de superarse. Es la chispa que enciende el camino hacia el éxito compartido.
3. Desarrollar
El desarrollo es un camino de constante evolución. Lo que antes necesitaba mejora en tu equipo, hoy podría haber cambiado. Como líder, enfrentas el desafío de trazar un plan de desarrollo personalizado y de mantenerlo actualizado de manera constante. Al brindar oportunidades de aprendizaje y desafíos que despierten su potencial, estás construyendo una base sólida para el éxito a largo plazo.
4. Exigir
Establecer objetivos realistas no solo evita la frustración, sino que también motiva a cada miembro a superar obstáculos con confianza. Cuando los desafíos son alcanzables, el equipo se siente inspirado y comprometido, construyendo un impulso poderoso hacia el logro conjunto.
Es importante resaltar que tanto el líder como el subordinado deben estar alineados con los objetivos a corto y largo plazo. La clave está en definir metas tangibles y medibles, trazando una senda clara hacia el progreso, y estableciendo las respectivas consecuencias de lograrlas o no. Cuando cada paso es cuantificable, se desata una comunicación fluida y una comprensión compartida.
Recuerda que el liderazgo va más allá del simple hecho de dirigir; se trata de sumergirse en el arte de inspirar, guiar y cultivar.
Conocerse a uno mismo, comprender al equipo, motivar hacia el desarrollo, son los cimientos de un liderazgo auténtico. La alineación en objetivos y la medición de logros son las brújulas que aseguran el rumbo hacia la excelencia. Así que, al liderar, recuerda que tu impacto se mide no solo en resultados, sino en el crecimiento y la realización de cada miembro. Un líder exitoso cultiva un terreno en el que todos florecen y prosperan.